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20 août 2005 6 20 /08 /août /2005 00:00

Discurso de Carlos Gaviria Díaz

Congreso de Unidad de Alternativa Democrática, agosto 19 de 2005


Este es un Congreso Nacional de Unidad. Unidad de los movimientos y partidos de lo que hemos llamado la izquierda democrática y de los sectores populares conscientes. ¿Qué representa la izquierda democrática? Sin ninguna duda, el propósito común de construir una sociedad equitativa mediante el consenso de las grandes mayorías. Sociedad equitativa que pensamos como una comunidad donde las oportunidades de participar en los bienes sociales sean iguales para todos.

Porque, ¿será equitativa una sociedad donde 25% de la población vive en la indigencia y 65% en la pobreza? Sin embargo, se nos dice que esta es una sociedad democrática. Pero resulta que la democracia es una forma de organización política donde deciden las mayorías. Y aquí las mayorías están constituidas precisamente por los excluidos. ¿Ellos habrán dispuesto que los indigentes sigan siendo indigentes y que los pobres sigan siendo pobres? Esa parece una conclusión disparatada; o, mejor aún, una paradoja indescifrable.

¿Qué sucede entonces? Algo muy simple: que quienes se benefician del sistema político y económico, que son los menos, no pueden admitir que sus privilegios los obtienen a costa de la miseria y pobreza de los más. Por eso aparece la paradoja de que son las grandes mayorías las que han dispuesto que haya una pequeña franja de privilegiados.
Esa técnica del engaño constituye lo que tradicionalmente se ha llamado el velo ideológico. La realidad se presenta distorsionada para que aparezca amable, lo que es letal; como en el vals, es «un veneno dulce que parece que consuela pero mata al fin».

Surge entonces el compromiso de la gente que ha tomado consciencia de la situación: descorrer los velos que ocultan la realidad. Sartre, cuyo centenario de nacimiento se conmemoró el pasado 18 de junio, ejemplo de intelectual honesto y valeroso, lo expresaba así: «La única posibilidad de asumir un punto de vista inmune a la ideología decretada desde arriba, es ponerse del lado de aquellos cuyas condiciones de existencia la contradicen».

¿Cómo es posible?

El mecanismo de falsificación es viejo y ha sido denunciado de tiempo atrás, pero hay momentos que lo muestran de manera contundente. Este que vivimos es uno de ellos. ¿Si estamos en una democracia, cómo es posible que a propuesta del gobierno y de las mayorías que lo apoyan en el Congreso se impongan tributos que encarecen y hacen inaccesible a una gran mayoría de los colombianos los artículos de primera necesidad alimentaria? ¿Cómo es posible que un cuerpo legislativo conformado por mayorías del gobierno se inhabilite él mismo para modificar regímenes de impuestos benignos y generosas exenciones en beneficio de eventuales inversionistas extranjeros, que llegan al país a incrementar su capital a costa de los salarios de hambre de los trabajadores colombianos? ¿Cómo es posible que un Estado que contribuyó a dar vida a la Organización Internacional del Trabajo y es signatario de los convenios sobre libertad sindical y negociación de convenciones colectivas, proscriba que unas mejores condiciones para la vejez puedan ser objeto de negociación obrero-patronales?

¿Cómo es posible que el Presidente de Colombia exhorte compulsivamente y quiera festinar con la mayor potencia económica del mundo la firma de un Tratado de Libre Comercio que va a concluir el proceso de ruina del agro y de la incipiente industria, proceso iniciado por quien ejercía la Presidencia de la República en el comienzo de la década de los noventas? ¿En un Estado Social de Derecho, cómo es posible que se presione la suscripción de un tratado que privilegia la protección de patentes extranjeras en detrimento de la salud de los colombianos, y que se estigmatice a los jueces que en cumplimiento de su función constitucional protegen el acceso a la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda digna y a la alimentación de los colombianos? ¿Cómo es posible que el Estado Social de Derecho, propuesto por el constituyente de l991 como un camino hacia la paz, se vaya transformando artera y paulatinamente en un vitando Estado comunitario, que simboliza y materializa el regreso dramático a las peores épocas del liberalismo económico? (El constituyente de 1991 trazó un camino en materia de derechos y libertades que bien podría condensarse en el ideal de Fausto: Vivir en un país libre, con un pueblo de hombres libres).

¿Cómo es posible que a cuatro sindicalistas de Arauca se les ejecute sin fórmula de juicio y se les haga aparecer como guerrilleros caídos en combate, y que al revelarse la verdad de los hechos un funcionario del más alto rango aduzca como excusa justificante que «de todos modos parece que tenían nexos con el ELN»? ¿Cómo es posible que a 62 campesinos de Quinchía se les prive injustamente de su libertad y a los 8 meses se les libere porque no se encontró ninguna prueba de que pertenecían a la guerrilla? ¿Es esa política, pregunto, la que va a rescatar de la miseria y de la pobreza a las grandes masas excluidas de los beneficios sociales y la que va a llevar seguridad democrática a los ciudadanos?

¿Cómo es posible que la red pública hospitalaria sea desmantelada, y se condene a los servidores del sector a engrosar la multitud de desempleados, y se sustituya el servicio de salud por empresas que trafican con tan vital derecho? ¿Cómo es posible que las entidades oficiales implicadas en el cierre de los hospitales San Juan de Dios y Materno Infantil, evadan su compromiso de prestar servicio eficaz de salud a las madres y a los niños pobres?

¿Cómo es posible que ante la incontrovertible y evidente exclusión histórica de la mujer de las más altas responsabilidades, haya quien se rasgue las vestiduras porque el alcalde Mayor de Bogotá, observando sin duda pautas de idoneidad, designe a veinte mujeres para ocupar las Alcaldías locales? ¿Es pecado incluir a las excluidas? ¿Cómo es posible que a las comunidades indígenas se las siga maltratando y exterminando, haciéndolas blanco de agresiones y omisiones tanto por las autoridades oficiales como por los grupos armados al margen de la ley, bajo la vigencia de una Constitución que en su espíritu y en su letra ha dispuesto que se preserven y protejan sus formas de vida como reivindicación inaplazable del multicul¬turalismo que debe enorgullecernos? ¿Cómo es posible que pertenecer a las comunidades afrodescendientes siga siendo un estigma que condena a grandes sectores del pueblo colombiano a padecer la pobreza o la exclusión, y, las más de las veces, ambas cosas al tiempo? ¿No es una vergüenza nacional qué aún se cite al Negro Robles y a Candelario Obeso, a Diego Luis Córdoba y a su sobrina Piedad, como ejemplos de personas que tuvieron que derribar infinitos obstáculos para que el país conociera sus excelsas cualidades, su gran inteligencia y su valentía?

¿Cómo es posible que en Estado Social de Derecho se expida una ley llamada paradójicamente de justicia y paz, que en lugar de dirigirse a la reparación de los daños terribles ocasionados a centenares de miles de desplazados y damnificados, sea para privilegiar en exceso a los sindicados de crímenes atroces, y que se llegue con ellos a grados de benevolencia que rayan en la impunidad? ¿Y cómo es posible que un altísimo dignatario se duela de que con sus reclamos las víctimas “están entrabando el proceso”? ¿Cuántos periodistas, o simples ciudadanos, tendrán que exiliarse, amenazados de muerte desde los computadores privados de amigos simpáticos del Presidente de la República, para que entendamos la precariedad de los derechos individuales y libertades públicas bajo el gobierno de Álvaro Uribe?

Uno se pregunta, y me parece que con todo derecho, ¿cómo es posible que el presidente que promueve y propicia este estado de cosas, goce de un respaldo popular por encima de 70%, según las encuestas de opinión con las que permanentemente pretenden sumirnos en la inactividad que induce el pesimismo?

Frente a esta situación, no cabe la menor vacilación. El efecto sobre nosotros debe ser precisamente el contrario. Los demócratas de este país aceptamos el reto de enfrentar y vencer al candidato-presidente o a quien la coalición gobiernista designe para enarbolar sus banderas. Evocando de nuevo a Sastre, haremos la tarea que nos incumbe: antes y después de la unidad, que es urgente, debemos develar la realidad y desmitificar los sofismas oficiales para que ella brille en todo su esplendor.

Nuestro programa

Toda acción llamada a incidir en la vida pública exige dos decisiones básicas: elegir el rumbo de la acción del Estado en función de las metas y de los propósitos que se pretende alcanzar, y evaluar y seleccionar los instrumentos más idóneos para lograrlos. En ambos aspectos viene trabajando Alternativa Democrática de manera responsable y perseverante. Y sus Bases Programáticas, podemos resumirlas en pocos puntos:

1. Recuperar la soberanía nacional en un mundo globalizado.
2. Erradicar la miseria y reducir la pobreza y los males que engendran.
3. Estimular la producción nacional agrícola e industrial para crear empleo y generar riqueza, en función de su reparto equitativo.
4. Atacar las raíces del conflicto armado, como la única manera eficaz de erradicar el mal y legitimar el ejercicio de la fuerza que el Estado debe monopolizar. (derechos humanos) ni instrumentables, ni disponibles, ni negociables.
5. Garantizar la vigencia del Estado Social de Derecho, cuya sustancia son los derechos económicos y sociales. La reforma tributaria como instrumento redistributivo.
6. Aprobar y aplicar leyes y mecanismos de control eficaces contra la corrupción.
7. Equidad y cobertura en educación, salud, vivienda (campo, ciudad, público – privado)
8. Preservar y estimular el multiculturalismo y apoyar la cultura
9. Defender los derechos y reivindicaciones de las minorías tradicionalmente excluidas.
10. Defender una política de sostenibilidad del ambiente. Pugnar por el equilibrio entre transformación y defensa de la naturaleza.
11. Recuperar para el Estado la regulación y la dirección de la economía.
12 Rescatar para el pueblo la titularidad de la soberanía y, en consecuencia, el ejercicio de la acción política en su beneficio.

La instrumentación técnica de cada uno de estos temas y de los subtemas en que puedan desarrollarse, en la que vienen trabajando especialistas de primer orden, bajo la dirección eficaz de Orlando Fals Borda, será sometida a riguroso análisis en foros de especialistas y expertos y debatida luego en amplios escenarios populares.

Pensamos que la paz que implica algo más que la terminación del conflicto. Hay que buscarla por la vía del diálogo y del ataque frontal a los factores que han generado el estado miserable en que vivimos. Creemos que es urgente la celebración de acuerdos humanitarios con la insurgencia, no solo para que recuperen la libertad quienes la han perdido en medio de un conflicto irracional, sino para que los interlocu¬tores se acostumbren a mirarse las caras y a dialogar sobre todo lo que incumbe a la instauración de la paz.

Unidad, unidad, unidad

Doctor Navarro, doctor Petro, doctor Moreno, doctor Dussán, no podemos ser inferiores a lo que de nosotros exigen las inmensas mayorías excluidas. El dilema de la coyuntura que vivimos es claro e inexorable: unidad, con todos los sacrificios que ella implique, para la defensa de la democracia y en la búsqueda de una sociedad equitativa y justa. El llamado lo hago extensivo a todos los sectores democráticos del país, conscientes de la grave situación que enfrentamos. Sin sectarismo y sin ambigüedad suscribamos el pacto de unidad que nos llevará al triunfo, y repitamos en la soledad de nuestro retiro diario y en la cotidianidad compartida: ¡La democracia es el camino!

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Conscientes de la necesidad de luchar por transformar la realidad de Colombia, desde París, varias personas pertenecientes al PDA y simples simpatizantes del maestro Carlos Gaviria, hemos querido contribuir aún desde la distancia, a la difusión y a la construcción de este proyecto.


Creemos que Colombia merece ser un país soberano en donde se respeten los derechos fundamentales de sus ciudadan@s y esa posibilidad se aleja, en cuanto las prácticas corruptas y mafiosas se apoderan de todas las esferas de la sociedad. Creemos en la capacidad del proyecto liderado por Carlos Gaviria para convertir los derechos de l@s ciudadan@s en realidades, en la medida en que plantea la reconstrucción ética de la política y las prácticas sociales y que se presenta como baluarte en la defensa de la democracia en nuestro país.


No creemos en sectarismos, ni en soluciones milagrosas, sino en la construcción colectiva de soluciones, basadas en la transparencia y en la información. Es por eso que desde la distancia, queremos contribuir a la plataforma de la campaña, en el ámbito de las problemáticas que nos competen como colombian@s en el exterior y que abarcan desde planteamientos para mejorar las condiciones de vida y para lograr el reconocimiento pleno de los derechos de quienes vivimos, trabajamos y estudiamos fuera de Colombia, pasando por los aportes desde nuestras especialidades para hacer de Colombia un país mejor, hasta el papel de embajadores de este proyecto que cumplimos en el exterior. Creemos firmemente que ¡Carlos Gaviria es el candidato de l@s migrantes colombian@s!


Estamos convencidos en que Colombia puede ser un país digno para sus ciudadan@s, para las generaciones futuras y para las demás naciones y por eso le apostamos a una candidatura coherente y de principios: desde París, también ¡apoyamos la candidatura de Carlos Gaviria como candidato del PDA y como Presidente de Colombia! ¡Por un país decente, Carlos Gaviria Presidente!


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